Ver todos los libros de: Marta Flores
Nevermoor. Las pruebas de Morrigan Crow
Casos de pruebas circunstanciales
General
Ya lo habia vuelto a hacer. Desde que la incendiaria mirada azabache de Africa eclipso la de Ivan, este no veia mas que por aquellos ojos que se le antojaban tan penetrantes como enigmaticos. En resumidas cuentas, que su objetivo numero uno en la vida se habia convertido en perderse en ellos; asi como en sus caderas y en cada uno de los pliegues de su piel. Abrir el WhatsApp y encontrar alguna de sus fotos ardientes hacia que un cosquilleo recorriera su piel, en busca de unos poros por los que salir en forma de pequenas descargas electricas. Si no hubiese sido por el pequeno Samuel, que reclamaba su atencion, aquella imagen de su diosa del sexo le serviria de inspiracion para darse un homenaje. Pero no era el caso. Sabado por la noche y el plan era ver el ultimo exito de Disney televisado, palomitas en mano, y con la sonrisa de su vastago clavada en la suya. Demasiado parecido a su madre; esa era la maldicion que acompanaba a Ivan desde que, casi cinco anos antes, su mujer falleciera en un fatidico accidente de espeleologia que dejo todas sus ilusiones en el fondo de aquella cueva, junto con los gritos de sus companeros y el olor a tragedia. Ocurrio el primer dia en el que ambos decidieron que ya era hora de retomar algunas de las actividades que compartian antes del nacimiento del pequeno, y que quedaron temporalmente interrumpidas por tan alegre acontecimiento. No obstante, para cuando este cumplio un anito, ambos echaban de menos "ir de cuevas" y, ni cortos ni perezosos, se unieron a su antiguo equipo y se entregaron a una de sus grandes pasiones. Al fin y al cabo, las cuevas fueron su punto de union, pues entre cuerdas y arneses forjaron un amor que apuntaba hacia el infinito, pero que tenia fecha de caducidad. O mas bien los tenian sus dias juntos, pues, para desgracia de Ivan, pronto comprobo que Olivia no se habia llevado al otro mundo el amor que el sentia por ella. Por esa razon, cada amanecer habia representado para el un infierno. Y el de fuego entendia mucho, que para eso era bombero. En medio de aquel maremagnum de emociones, aparecio Africa, con quien llevaba ya varios meses de relacion, si es que a lo de ellos podia llamarsele asi.
Digamos que Africa era la antitesis de Olivia, pero habia sabido colarse por las rendijas del corazon de Ivan al mismo tiempo que lo hizo en su cama. Conocerla fue para el joven viudo una autentica revolucion, y a pesar de lo que el mismo pudiera pensar, no en el mejor sentido de la palabra. Para Ivan "su chica" se asemejaba al continente homonimo. El la veia magica, unica, majestuosa, increible, cautivadora y bella. La apreciacion de tales cualidades hacia que, ni de lejos, se asomara a la verdadera Africa; con un corazon negro y un trato seco y aspero que, sin embargo, no hacia que Ivan cambiara su magnifica percepcion de ella. Semejante joyita trabajaba de Relaciones Publicas en una de las mejores discotecas de la ciudad, por lo que priorizaba el cuidado de su cuerpo por encima de todas las cosas, habida cuenta de que la podredumbre de su mente tampoco dejaba cabida para cultivarla. Eso si, pese a todo, su poblada cabellera negra era un claro indicio de que la chica no tenia un pelo de tonta. Visto desde fuera, no parecia tener demasiado sentido que una chica como esa, capaz de aumentar la temperatura de la Antartida con solo poner un pie en ella, se hubiera fijado en un chico como Ivan, mas que nada por su situacion personal. Y es que, en lo tocante al fisico, el bombero no se quedaba atras, pues estaba canon; pero canon de esos que te da igual con lo que te dispare con tal de que te tenga a tiro. El caso es que, a Africa, que era mas toxica que el veneno de serpiente que corria por sus venas, le iba la marcha. Dicho de otro modo, para sus tejemanejes necesitaba a alguien que estuviera en horas bajas, con quien poder jugar a su antojo sin que dijera ni mu. A ella, por encima incluso del dinero, que era algo que le entusiasmaba, lo que le ponia como una moto era la erotica del poder; esto es, coger a la marioneta de turno y hacer con ella encaje de bolillos. Asi las cosas, desde la surrealista conversacion en que ella le pidio fuego en la puerta de la discoteca en la que trabajaba; y el le dijo que no fumaba, pero que de fuego entendia porque era bombero, Africa vio en su atractivo cuerpo un blanco facil. Le basto con decirle que en ese caso esperaba que tuviera una buena manguera con la que apagar sus llamas para que el se empleara a fondo en demostrarselo tan pronto aquella diosa de la seduccion acabo su turno. Y desde entonces, ambos estaban subidos a una montana rusa manejada por ella en la que Ivan se deja llevar, embelesado.
Lo que no sabia el bombero, cuando compro el billete para aquella atraccion, era que ir en montana rusa implicaba estar unas veces en el pico mas alto; tocando el cielo, y otras veces en el mas bajo; en el subsuelo, que era donde tenia el la moral en esos dias en los que ella no le hacia ni pajolero caso. Aquella noche, como tantas otras, miraba a Samuel con devocion, sabiendo que era lo mejor de su vida; pero tambien el poseedor de la llave del candado cuya cadena lo separaba de Africa. Y es que, mientras ella estaria a esas horas de la noche living la vida loca en su trabajo, en el que estaba considerada una leyenda, poniendo al personal masculino mas caliente que una sopa de tomate; el lo mas ardiente que tenia a mano era el recipiente con las palomitas recien sacadas del microondas. Ese tipo de situaciones le generaban gran controversia. Africa representaba para el lo mejor y lo peor; lo mejor cuando estaba con ella y le llevaba a las cotas mas altas del placer; y lo peor cuando no podia estar con ella y sabia que era el alma de la fiesta y el centro de las miradas de unos hombres que rivalizaban por hincarle el diente. Esperaba que no fuera una de esas noches en las que Africa, tras ponerlo a hervir (no literalmente, tan bruja no era), con sus fotos, terminara pasando de su culo y yendose a dormir sin decirle ni por aqui te pudras. Y es que, por mucho que el le rogara un mensaje con la confirmacion de que habia llegado bien a casa, ella se pasaba sus ruegos por el arco del triunfo; que para eso era quien llevaba las riendas de la relacion, dandole una de cal y otra de arena, como todo especimen toxico de esos de libro.
.
Las pruebas del amor
Para leer y descargar el libro "Un amor a prueba de fuego" puedes hacerlo gratis aquí.
libro del amor a prueba de fuego