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Que te vaya como mereces
El amor que te mereces
POLICIACA NEGRA THRILLER Y SUSPENSE
<> Negro sonso. Negro ignorante. Las cosas que decia como si nada. ?Ya le tenia tanta confianza para hablarle asi? ?A su jefe? Santiago Blanco se sonrio nostalgico, porque de inmediato lo recordo hablando mal de los indios: <
Sin hablar entre ellos, tampoco. ?Y el, que esperaba? ?Que hicieran reverencias al usurpador? ?Al colonialista? Al diablo. Vaya, carajo. Negro pelotudo. Ademas, ellos mismos apenas eran unos cholos. Y, para colmo, policias cholos. Ninguna gran cosa. <
Se avergonzo de tanto temor. Se cubrio el cuerpo gordo con una chaqueta impermeable, se monto en sus abarcas de indio y trepo las gradas sin flojera, aunque bufando, hasta la misma azotea en el octavo piso. La lluvia lo era maravillosamente todo. Desde esa altura observo un poco de cielo y un poco de ciudad, y, sin ningun motivo racional, penso en quien fuera su ayudante en los remotos y duros tiempos de la policia nacional: el negro Lindomar Preciado Angola. Se sonrio. <>. Su cabello menudo, trenzado en una marana como virutilla para lavar vajilla fina. Sus cachetes inflados, vibrantes, propio del trompetista (pero el era tamborilero del monton en la banda de musica de la policia). Sus ojos grandes, globos amarillos expectantes, que se llenaban de lagrimas cuando recordaba el paraiso de su Chicaloma en los Yungas de La Paz. Un jovencito apuesto, era verdad. Cholero a morir. Como nadie nunca visto. --Mis padres quisieron aprovechar mi apellido, jefe. Ademas mi gente vivia frente al mar en el Africa. Es nostalgia pura.
Encima soy nacido el 23 de marzo. Muchas casualidades, lo se. Pero no se burle. Se lo ruego. --Lo han aprovechado bien, Negro. Aguantame una bromita, pues. Blanco calculo que la intensidad de la tormenta duraria apenas unos diez minutos, pero se sorprendio porque continuaba igual en los veinte. Por eso paseo por la azotea observando los cuatro puntos cardinales. Inclusive achino los ojos y se monto una mano de visera sobre sus cejas para escrutar el horizonte redondo, pero no pudo traspasar ni cincuenta metros del tupido velo gris del agua gruesa. Inquieto, como siempre, apoyo todo el abdomen sobre la baranda fria, en la U de Edificio Uribe, y miro, muy expectante, el menudo kiosco rojo hermeticamente cerrado de su novia Gladis, alla abajo, en plena esquina y en la acera del frente, y le imagino unas cuantas goteras directas al mostrador y al viejisimo anafre. Lleno los pulmones de oxigeno liquido y bajo todas las gradas con suma calma, atento a las rodillas que ya le temblarian en el piso cinco o cuatro, pensando que esa intensa lluvia que caia ameritaba observar la llegada del turbion, y su carga de basura, desde el mismisimo puente del Topater. Camino 22 cuadras sin flojera. Al llegar, la lluvia habia cesado y la luz del sol oculto encendia de fulgor sucio las nubes prenadas de agua. Suspiro con tanta poesia. Un tumulto de gente festejaba la crecida del rio.
Blanco, que miraba contento como nacia la niebla densa de las tripas mismas de los arbustos espinosos de las riberas, tenia el oido derecho alerta al pajaril comentario de los vecinos. Se quejaba el vejete con sombrero de duende: --Ahora solo cuando llueve tiene agua. Luego, no. Por eso deberian entubarlo y mandarlo a la mierda. ?Que otra cosa mas se puede decir? La vida se ha echado a perder hasta este punto. El nieto lo escuchaba sin mayor atencion. Las palabras del abuelo le pasaban por sobre la cabeza pero se llenaban de chispas en la gente de unos metros mas alla que se atormentaba con lo mismo. El nino pateaba piedritas y se divertia viendolas hundirse en el lomo del agua correntosa. Cada vez se colgaba mas de la baranda. Ya se iba a caer de cabeza sin que nadie lo advirtiera. Ni siquiera Santiago Blanco. El viejo insistio: --Ahora es una cloaca, puras aguas negras. Miren la basura que arrastra. ?Quien diablos se podria banar en estas condiciones? ?O pescar? Parecia enojado. Se puso a pasear entre sus atentos oyentes.
Se quejo otra senora, menuda y harto pichonesca, con una vieja bolsa de mercado y un sudoroso monedero de plastico entre las manos: --Con esta agua se riega todas las verduras. Las autoridades no cuidan nuestra salud. No hay ni a quien quejarse ni decirle nada. Todo el sur riega, ya mismamente. Los ninos se nos enferman. Y los viejos. Despues hay que darles agua con sal. Una senora emperifollada y con cabello lila exclamo: --!Tan lindo que se ve asi, cargado a tope! Los campesinos de Sacaba se quedan con el agua. ?Que va a importarles el paisaje urbano? Les tiene sin cuidado que nuestro rio se muestre con las puras piedras peladas. El resto del ano saltan los sapos en los charcos. Los renacuajos. Es gente muy ignorante, la nuestra. Descondolida. El vapor se acumulaba entre los matorrales. Formaba nubes gordas y se desprendia sin dolor de los espinos rumbo a las alturas.
El agua colorada, surcada de varias venas gruesas, arrastraba palos, hierbas, zapatos, latas, excrementos y sapos muertos en su lomo brioso. Los curiosos observaban todo. Se reian divertidos. Senalaban con el dedo un perro muerto. Tambien prestaban atencion a los parlanchines y tomaban partido por las opiniones sentenciosas. Alguien dijo algo. Una risotada general festejo el comentario. El viejo se sorprendio. Hablo un hombre amanerado. Tenia la ceja izquierda suspendida por puro petulante: --Es rio de temporada, mi senor. Mi senora. No seamos ignorantes. --Atrevido. Sepa usted que soy profesora de escuela. Otra vez la risotada de los oyentes.
--Hay mas gente y menos lluvia. En Cochabamba solo llueve cuando muere un obispo. El nino colgo medio cuerpo en el vacio observando una enorme hoja de calamina flotando rio abajo. Sobre la calamina viajaba una bota militar. De pie. Un joven, montado en una bicicleta destartalada, opino algo. Santiago Blanco, acodado siempre sobre el barandado, alzo las cejas de la pura sorpresa. El joven mostraba su satisfaccion por su propia opinion y exponia una sonrisa quieta, fotogenica, mostrando las palmas abiertas al cielo proximo en un tipico gesto gallista de los ochenta. Algunos curiosos asintieron. La neblina oculto ambas riberas y luego se desprendio compacta en direccion al puente como un bicho espacial. Un animal del futuro. Bueno a ratos. Malo casi siempre. Momentos despues, no se veian los rostros. Se volvieron manchas negras.
Almas en el purgatorio. Faltaban los quejidos lastimeros. Otras voces se expresaron. Blanco se distrajo. Una mano de espectro (huesos vistos, carne leprosina colgando), se dibujo muy al fondo oscuro de la neblina sobre la plataforma del puente, se batio gentil en ese aire denso y tenebroso. El se quedo con la duda. Pero la mano se le aproximo con calma y reclamando con autoridad la suya. Le parecio que debia defenderse. --Hola, jefe. Una voz de celda. El cutis de iguana. Las patillas de los libertadores. El pelo ensortijado como trabajado por una permanente. La oscura caverna de la boca con tres dientes aislados. Dos arriba, uno abajo.
Una sonrisa de terror, amenazante. Pero tambien amable. --Abrelatas. --Un abrazo, jefe. De cuanto tiempo me lo vengo a ver. Es un milagro del Senor. Usted ya no va por el Americas ni siquiera el viernes de soltero. ?A tanto llega su indiferencia? El tufo a dientes podridos. A encias inflamadas. Una cara de espanto. Los mismos ojos, irritados, casi sin pestanas y con pustulas escondidas en el interior de los parpados. Un individuo medio vivo, medio muerto. Capaz de asustar a cualquiera.
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