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Noticias del gran mundo
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El capitan Kidd desplego el Boston Morning Journal sobre el atril y comenzo a leer el articulo acerca de la decimoquinta enmienda. Habia nacido en 1798. Ya transcurridos cinco anos desde que concluyese la tercera guerra de su vida, y aunque esperaba no volver a ver otra, lo cierto era que las noticias del mundo lo estaban envejeciendo mas aprisa que el propio paso del tiempo. No obstante, continuaba realizando sus rondas a pesar de los frios chaparrones primaverales. En otro tiempo fue impresor, pero la guerra le habia arrebatado su imprenta y todas sus pertenencias. La economia de la Confederacion se habia desmoronado antes incluso de firmar la rendicion, razon por la cual acabo ganandose la vida en el norte de Texas, deambulando de una ciudad a otra con sus revistas y periodicos en una carpeta impermeable y las solapas de su abrigo subidas para protegerse de la intemperie. Montaba un caballo excelente; le preocupaba que alguien intentase quitarselo pero, por el momento, no habia tenido problemas. Llego a Wichita Falls el dia 26 de febrero, recorrio la poblacion clavando sus carteles con chinchetas y en la propia caballeriza cambio su atuendo de viaje por el de lector. Fuera caia un ruidoso aguacero, pero el tenia una voz muy potente. Sacudio las paginas del Journal. --La decimoquinta enmienda --leyo--, ratificada el 3 de febrero de este ano, 1870, concede el derecho a sufragio a todos los hombres cualificados para acudir a las urnas, sin distincion de raza, color o previa situacion de servidumbre. --Levanto la vista del texto. Sus lentes de lectura reflejaron la luz. Se inclino ligeramente sobre el atril--. Eso va por los caballeros de color --dijo --.
Senores, dejemos para otro momento las fanfarronadas y los grititos femeninos. --Movio la cabeza para escrutar los rostros vueltos hacia el--. Los estoy oyendo cuchichear. Basta ya --dijo --. Odio los cuchicheos. Los atraveso con la mirada y anadio: --Lo siguiente es... --El capitan desplego otro periodico--. La ultima edicion del New-York Tribune. Segun dice aqui, un ballenero ha informado de que el Hansa, un barco de exploracion polar, se hundio tras colisionar contra la banquisa en su intento por alcanzar el Polo Norte; el naufragio tuvo lugar a setenta grados de latitud norte, frente a la costa de Groenlandia. El articulo no dice nada de posibles supervivientes. --Paso la pagina, impaciente. El capitan tenia un rostro de angulos runicos, perfectamente rasurado. Su cabello era absolutamente blanco, y todavia se erguia con sus seis pies de altura. El pelo brillaba bajo el calido haz de luz procedente del foco de la lampara de lectura. Cargaba un revolver Slocum de canon corto en una funda rinonera sujeta a la pretina. Se trataba de un arma de cinco disparos, calibre 32, que nunca habia llegado a gustarle del todo pero que, a decir verdad, apenas habia empleado.
Entre las cabezas descubiertas vio las de Britt Johnson y sus hombres, Paint Crawford y Dennis Cureton, en la pared del fondo. Eran negros libres. Britt se ganaba la vida como transportista y los otros dos trabajaban para el. Sujetaban los sombreros en la mano y todos tenian uno de sus pies, calzados con botas, apoyado en la pared a sus espaldas. El habitaculo estaba lleno. Era un espacio ancho y despejado, utilizado como lanero, centro de reuniones comunales y, por gente como el, como sala de espectaculos. Casi todos los asistentes eran hombres, y casi todos blancos. La lampara emitia una luz aspera en un aire oscuro. El capitan Kidd viajaba con sus periodicos por el norte de Texas, yendo de una ciudad a otra para leer en salas o iglesias las ultimas noticias en asambleas como aquella, al precio de diez centavos por cabeza. Viajaba solo y no tenia a nadie que recogiese las monedas, pero tampoco habia mucha gente que lo intentase enganar, y si alguien lo hacia y era sorprendido, entonces alguno de los asistentes lo agarraba por las solapas y le daba unas buenas sacudidas diciendole: !Eh! Deberias pagar los malditos diez centavos como hace todo el mundo, asi que ya sabes. Y acto seguido una moneda tintineaba en la lata de pintura. Alzo la mirada y vio a Britt Johnson levantando un indice hacia el. El capitan respondio a la senal haciendo un breve gesto de asentimiento y completo su lectura con un articulo del Philadelphia Inquirer acerca de un fisico britanico llamado James Maxwell y sus teorias sobre las perturbaciones electromagneticas en el eter, cuyas longitudes de onda eran mayores que la radiacion infrarroja. Eso era para aburrir al publico, amansarlo y llevarlo a un estado de impaciencia por marchar... Marchar en paz. Se habia vuelto menos paciente con los problemas y las emociones ajenas.
Su vida le parecia adusta, amarga y, en cierto modo, malograda; hacia poco que ese pensamiento habia comenzado a rondar por su cabeza. Una lenta monotonia habia penetrado en el como el gas del alumbrado y no sabia que hacer al respecto, aparte de buscar soledad y silencio. Ultimamente siempre se sentia impaciente por concluir sus lecturas. El capitan doblo los periodicos y los guardo en la carpeta. Se inclino a su izquierda y apago la lampara soplando en el foco. Mientras atravesaba la congregacion, la gente extendia sus brazos hacia el para estrechar su mano. Un hombre de cabello claro lo observaba sentado. Con el estaban dos indios, o quiza mestizos; el capitan sabia que pertenecian a la tribu caddo y que no eran gente de reputacion encomiable. El individuo rubio se volvio en la silla para clavar su mirada en Britt. Algunos de los presentes se acercaron al capitan para agradecerle la lectura y preguntarle por sus hijas, ya mayores. El capitan asentia con la cabeza, diciendo: No estan mal, no estan mal... Mientras, se abria paso hacia Britt para ver que queria. El capitan Kidd pensaba que seria algo relacionado con la decimoquinta enmienda. Pero no. --Capitan Kidd, senor, ?podria acompanarme? --pregunto Britt, irguiendose mientras se llevaba el sombrero a la cabeza, al igual que Dennis y Paint. Y anadio--: Tengo un problema en la carreta.
La nina parecia tener unos diez anos y estaba ataviada al estilo indio, con un vestido recto de piel de ciervo que lucia cuatro filas de dientes de wapiti cosidos en la pechera. Una gruesa manta le cubria los hombros. Tenia el cabello del color del azucar de arce y dos monos bajos sujetaban sus bucles con minusculas agujas; entre ellos pendia en diagonal una remige de aguila real atada con un hilo delgado. Estaba sentada, guardando una compostura perfecta, y lucia la pluma y un collar de abalorios de cristal como si fuesen preciados ornamentos. Tenia los ojos azules y su tez mostraba ese extrano color brillante que adopta la piel clara cuando esta quemada y curtida por el sol. Su rostro no era mas expresivo que una castana. --Ya veo --dijo el capitan--. Vaya, vaya... Llevaba una gruesa bufanda de lana alrededor del cuello y las solapas de su abrigo negro subidas para protegerse del frio y la lluvia. Su respiracion nasal se condensaba formando nubes de vapor. Se mordio el labio inferior cerca de la comisura izquierda y reflexiono sobre lo que estaba viendo bajo la luz del quinque que sostenia Britt. Por alguna extrana razon, aquello hacia que se le erizase la piel. --Estoy asombrado --anadio--. Esta nina parece de mal fiar, ademas de malvada. Britt habia hecho retroceder una de sus carretas hasta situarla bajo la marquesina del pasaje a la caballeriza. No cabia por completo.
La mitad delantera de la carreta y el asiento del mayoral resonaban con el fuerte repiqueteo de la lluvia, envueltos en brillantes rociadas de agua. La mitad posterior se encontraba a cubierto y alli estaban ellos, en pie, contemplando a la nina como suele hacer la gente al descubrir que su celada ha atrapado algo raro y probablemente peligroso, algo totalmente ignoto cuya taxonomia desconocen por completo. La nina estaba sentada sobre un fardo de camisas militares. Sus ojos reflejaban un palido y cristalino brillo azul bajo la luz de la lampara. Los observaba; observaba cada movimiento, cada gesto de sus manos. Sus ojos se movian, pero su cabeza permanecia quieta. --Si, senor --dijo Britt--. Salto un par de veces de la carreta desde que salimos de Fort Sill. Segun ha podido averiguar el agente Hammond, se trata de Johanna Leonberger, raptada hace cuatro anos, cuando tenia seis, cerca de Castroville. Alla abajo, por la zona de San Antonio. --Se donde esta --apunto el capitan Kidd. --Claro, senor. El agente indio me dio todos los detalles. Si de verdad es ella, entonces tendra unos diez anos. Britt Johnson era un hombre alto y fuerte, pero observaba a la nina con expresion insegura y desconfiada.
Se mostraba cauteloso con ella. Me llamo Cigarra. Mi padre se llama Remolino. Mi madre es Tres Lunares. Quiero ir a casa. Pero no la oian, porque no hablaba en voz alta. En su mente, la musicalidad tonal de las palabras kiowas zumbaba como una colmena. --?Saben quienes son sus padres? --pregunto el capitan Kidd. --Si senor, si que lo saben. O al menos segun pudo deducir por la fecha en la que fue raptada. Me refiero al agente indio. En el asalto mataron a sus padres, y tambien a su hermana pequena. El agente tenia un papel de sus parientes, Wilhelm y Anna Leonberger; sus tios. Y me dio una moneda de oro de cincuenta dolares por devolverla a Castroville. La familia se la habia enviado a traves de un comandante de San Antonio destinado al norte.
Tenia que entregarla a alguien como pago por devolverla a casa. Le dije que yo la sacaria del territorio indio y que la llevaria al otro lado del rio Rojo. No fue facil. Casi nos ahogamos. Eso fue ayer. --La corriente ha crecido dos pies desde ayer --comento el capitan. --Lo se. Britt se irguio, con un pie apoyado en la barra de enganche. El quinque ardia emitiendo una luz vacilante sobre el balleston y alumbraba el interior de la galera como si revelase una figura extrana en el interior de una tumba.
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Noticias de la noche (Detective Kostas Jaritos 1)
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