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La ultima cripta
Dante es un psicologo de reconocido prestigio que no se habla con su familia. Problemas del pasado entre su padre y el se alzan como un muro infranqueable entre lo dos. Yago, que es el hermano menor y discolo de Dante, lo espia para informar al resto de la familia sobre sus andanzas.
La ultima pieza de un puzle por montar
2018 LITERATURA Y FICCION ROMANTICA
Tenia la inquietante sensacion de que la observaban. El cosquilleo en la nuca se habia vuelto incesante durante esos dias. Deslizo los brillantes ojos por la cafeteria para mirar detenidamente a los clientes. El lujoso cafe parisino invitaba a la relajacion: a charlas intimas y complices. En un extremo de la larga barra se encontraban dos hombres que reian y conversaban de forma animada. En una de las mesas del rincon, una mujer esperaba a alguien: tamborileaba con los dedos encima de la mesa de forma impaciente. Acababa de encenderse un cigarrillo que habia extraido de una pitillera dorada. Los labios rojos quedaron marcados en el filtro cuando inhalo por primera vez y exhalo el humo que, suspendido encima de su cabeza, formo un circulo. El resto de las personas que habia en la bulliciosa cafeteria del hotel donde se hospedaba no le parecieron lo suficientemente interesantes como para seguir con su escrutinio. Volvio sus ojos al cuadernillo que tenia en las manos y siguio devorandolo con sumo placer. Miro el reloj de su muneca: pasaban veinte minutos de las seis de la tarde. Sus amigos, que habian decidido ir al cine, tardaban mas de la cuenta, aunque la escapada en soledad para comprar recuerdos habia resultado mas interesante de lo que habia previsto. La visita al Louvre habia sido demasiado corta, pero intensisima. Solo disponia de cuatro dias y ya habia agotado tres, aunque los habia aprovechado al maximo. Habian decidido entre todos los amigos dejar para el ultimo dia lo mejor: la visita a la Torre Eiffel.
Volvio a alzar su vista de las hojas bellamente ilustradas del cuadernillo que habia adquirido en Montmartre a un precio demasiado elevado, pero que valia la pena por su valor y significado. Los dibujos de los edificios resultaban impactantes por el efecto de realidad que el pintor habia logrado imprimirles: elegantes plazas, tiendas repletas de recuerdos con fotografias en blanco y negro, y las interminables escaleras que se podian encontrar en el barrio parisino. La hermosa pintura de la espectacular basilica del Sacre Coeur le habia robado el aliento en el mismo momento que la vio. La iglesia estaba situada en una colina en la zona norte de la ciudad y habia sido la primera visita obligatoria de esas mini vacaciones. Tanto ella como dos de sus amigas iban a cursar la carrera de Bellas Artes; asi que la visita al famoso templo en Paris habia sido de obligatoria asistencia. Alins volvio a mirar en derredor suyo esperando encontrar los ojos insidiosos que perturbaban su tranquilidad. El barman seguia preparando cocteles que el camarero repartia entre las diversas mesas con aire de fingida concentracion. Ella volvio a alzar la mano: con un gesto queria indicarle que le trajera la cuenta. Tenia la cartera con el dinero apoyada en el piso y palpo debajo de la mesa para pagar la adicion. De repente, se dio cuenta de que le faltaba un zapato. !Maldita costumbre tenia de descalzarse sin que importara el lugar donde estuviese! Tanteo con el pie desnudo mas alla, cerca de la silla vacia que tenia enfrente para localizarlo. Se hubiese muerto si alguien se percataba de su torpeza y se notaba que estaba metiendo la cabeza por debajo de la mesa para tratar de verlo. Dejo el cuadernillo y bajo la mano hasta el suelo, pero, por mas que tanteaba, no lograba encontrarlo. El camarero, con mas rapidez que amabilidad, le dejo la cuenta sobre la mesa. Alins pago.
Cruzo una pierna sobre la otra en un suave balanceo: el blanco mantel ocultaba sus piernas a la perfeccion. Nadie podia advertir que habia perdido uno de sus zapatos. Cuando se aseguro de que en la sala ninguna persona le prestaba la mas minima atencion, bajo la cabeza con la suficiente rapidez para buscarlo, pero no lo vio por ningun sitio. Estaba contrariada: debia de haberlo empujado sin querer por debajo de la silla en la que estaba sentada; por lo que, para cogerlo, tendria que levantarse. --?Busca esto? --la voz profunda le hizo alzar la cabeza de golpe. Tenia su zapato a la altura de los ojos. Una mano morena y fuerte se lo tendia. ?Como habia ido a parar el diabolico calzado a las manos de un extrano? Alins no le dedico ni una mirada de curiosidad. --!Gracias! Se me ha debido de caer sin darme cuenta y lo he debido de empujar por debajo de la silla mientras leia. --La explicacion habia sonado estupida y lo sabia, pero el timbre de voz del extrano la habia inquietado mas de lo que queria admitir. --?Me permite invitarle un cafe? --ella nego rapidamente con la cabeza. No solia aceptar invitaciones de desconocidos, aunque hablasen en su idioma. Menos aun, si le hablaban en su idioma en una ciudad extranjera. Tal vez, a ese hombre pertenecieran los ojos insidiosos que la perseguian. Sin dudas, no solo sus ojos, sino tambien sus oidos.
Dio un ligero vistazo al hombre moreno y le ofrecio un saludo leve: --Gracias por su amabilidad, pero tengo que irme. --Alins se coloco el zapato y, sin mirar al extrano ni una vez, salio apresuradamente del cafe en busca de sus amigos. El hombre observo, perplejo, la huida cobarde de la muchacha. Desde que habia entrado en el cafe, no habia podido quitarle la vista de encima. Se habia sentido poderosamente atraido por la mujer de ojos color conac. No debia de tener mas de veinte anos, pero sus ojos inteligentes y su gesto amable, aunque desconfiado, lo habian atrapado por completo. La habia visto contemplar los bellos dibujos de Paris con la candidez de una nina pequena demasiado absorta y feliz. Intuyo, por la forma critica en que los miraba, que debia de ser una estudiante de Bellas Artes. Lastima que la muchacha se mostrase tan desconfiada: el solo pretendia invitarle un cafe y lograr que el tiempo que le restaba hasta la conferencia fuese mas ameno. Sin embargo, ella no le habia obsequiado ni una palabra amistosa: acababa de recibir un golpe a su vanidad. Alins estaba achispada luego de un almuerzo de comida rustica francesa y buenos vinos. No entendia del todo la explicacion que le estaba ofreciendo el recepcionista. ?Por que de los cinco amigos era ella la unica que iba a tener una suite doble para ella sola? --?Ha entendido, mademoiselle? --Alins asintio con la cabeza, aunque no habia comprendido practicamente nada. La interminable degustacion de tintos terminaba por pasarle factura--. Dado que ha sido un error nuestro, la hemos cambiado a la planta septima sin costo adicional para usted.
Ahora debia alojarse cinco plantas mas arriba que sus amigos. La visita imprevista de un actor famoso que habia alquilado completamente la planta tercera la despachaba a ella a las esferas superiores. El recepcionista siguio informandole. --Hemos cambiado sus pertenencias a la suite numero setecientos quince. <
--?Desea llevarse la tarjeta de su habitacion? --le dijo el conserje mientras blandia una de esas tarjetas que hacen las veces de llave en los hoteles modernos. Alins nego con la cabeza. --Prefiero dejarla aqui: no quiero perderla. El recepcionista le hizo un amago de sonrisa. Salieron presurosos de la recepcion y encauzaron sus pasos hacia el popular club parisino. Los esperaba una noche maravillosa. No podia meter la tarjeta en la cerradura. La cabeza seguia dandole vueltas por la cantidad de alcohol que habia ingerido viendo el espectaculo del Moulin Rouge. Estaba deseando meterse en la cama y esperar paciente al dia siguiente, aunque sabia que la resaca iba a ser monumental: un merecido castigo por sus excesos. La tarjeta entro al fin y tanteo la pared para encender la luz. ?Es que habian cambiado las luces de lugar? Luego de vanos minutos de intentar dar con el interruptor, desistio. Se quedo parada en el oscuro y pequeno pasillo vestidor apoyada en la pared. Si lograba llegar a la cama antes de caer al suelo inconsciente, seria un milagro. Se fue quitando la ropa con movimientos torpes y lentos. No le importo en absoluto que quedase tirada en la alfombra.
Tenia un solo proposito en ese momento: llegar a la cama como fuese. Estaba en ropa interior. Se quito el brassiere pero se dejo la parte de abajo del conjunto de encaje que solia llevar. Se sento en el colchon y abrio las sabanas. Una vez que se hubo introducido en el suave y fresco lecho, cerro los ojos a las sensaciones desagradables de su estomago poco habituado al alcohol. Trato de pensar en el sensual espectaculo del que habia disfrutado y lamento que su ultima noche en Paris no hubiese sido como ella habia imaginado: cortejada por un apuesto y atractivo frances ducho en las artes amatorias. Ahora, lo unico que se iba a llevar de recuerdo era la resaca.
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La ultima escapada
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