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Escandalo en el dormitorio
Escandalo en Venecia
General
El invierno en Nueva York no es nada agradable. Un sucio manto grisaceo se extiende sobre la ciudad desde noviembre hasta finales de marzo. Durante mi primer invierno en la Gran Manzana he tenido de todo, desde aceras cubiertas de hielo y charcos a medio deshelar que calan incluso las botas mas resistentes, hasta la mezcla del aroma de las deliciosas bandejas de cebolla frita de los carros ambulantes con el misterioso vapor del metro, lo que crea un olor indescriptible. Me encanta cada centimetro de esta ciudad glacial y maloliente cubierta de hielo. Mientras otros se esconden en sus casas, yo salgo a la calle con mi perra, Fluff, atada de la correa. Su nombre completo es Fluff-o-Nutter, pero no me juzgueis por haberle puesto el nombre de la crema con la que untaba mi sandwich preferido cuando tenia nueve anos y ella llego a mi vida: mantequilla de cacahuete con malvavisco. Catorce anos despues, continua siendo mi companera mas fiel y el unico vinculo que mantengo con mi antigua vida. Me acompana a todas partes, salvo a la escuela. Intente colarla una vez, pero me detuvo en la puerta la impasible senora Heffernan, quien me dijo que ese no era sitio para un animal. Incluso despues de jurarle que la tendria todo el dia debajo de mi mesa para que no estorbara, la respuesta continuo siendo no. Menciono normas sanitarias y reglamentos, y mientras hablaba me escupio debajo del ojo izquierdo. Llevarme a Fluff de regreso a casa me costo un dia de asuntos propios, y juro que la senora Heffernan sigue mirando debajo de mi mesa todos los dias cuando estoy en el recreo o de guardia, solo para asegurarse de que no la he traido. Como no puedo llevarme a la escuela a mi bebe de nueve kilos, he contratado a un paseador de perros para que cuide de ella durante el dia. La cosa va bien, salvo la vez que Fluff mordio a uno de los caniches. El paseador de perros se molesto, pero no me cabe la menor duda de que la pobre solo estaba defendiendose.
El incidente la dejo bastante indignada y desconcertada. Le dije que debia portarse bien o tendria que quedarse todo el dia en casa si el muchacho nos mandaba a freir esparragos. Se ha portado de una forma admirable desde entonces. Hoy estoy premiando su buena conducta con un largo paseo por el Village. Acaba de empezar enero, sopla un fuerte viento y nieva de forma intermitente. Es uno de esos gelidos dias neoyorquinos que disuaden incluso a las personas mas robustas de abandonar sus casas, de modo que Fluff y yo tenemos Bleecker Street casi para las dos solas. Como llevo relativamente poco tiempo en la ciudad, todo lo que hay en ella fascina a esta chica de Nebraska. Me encantan la arquitectura y el caos, asi como los taxis y las motos que se abren paso entre el trafico incluso en los dias mas frios. Adoro las elegantes mujeres que llevan sorprendentes combinaciones de ropa que a mi no se me habrian ocurrido jamas, los hombres guapos, la diversidad, las rastas, los tatuajes, la musica, el teatro, los piercings y la comida. Por el contrario, aborrezco la pobreza, los vagabundos que duermen a la intemperie, la suciedad y los grafiti, pero, en conjunto, me gustan muchas mas cosas de las que detesto. Cuando llegue, mi companera de piso se paso semanas burlandose de mi porque daba dinero a todos los indigentes con los que me topaba. Me decia que, a ese paso, estaria arruinada antes de Navidad. Asi que deje de hacerlo, pero se me sigue partiendo el corazon cada vez que veo a un necesitado, porque me gustaria poder ayudarlos a todos. Pero lo que mas me gusta de Nueva York, por encima de todo lo demas, es que aqui me siento segura. Esto le parecera una locura a quien piense que la ciudad es peligrosa, pero cuando una persona ha sobrevivido a lo que yo, la seguridad es relativa.
Estoy convencida de que por cada persona que podria atosigarme en la calle, hay un centenar de buenos ciudadanos cerca que acudirian en mi ayuda. Eso me consuela. Recorro toda Bleecker Street mirando los escaparates de las tiendas y me detengo delante de Marc Jacobs hasta que el frio me obliga a ponerme otra vez en movimiento. Una profesora recien titulada solo puede sonar con comprar aqui, asi que no tiene sentido entrar y, ademas, se pondrian como locos con Fluff. Hoy quedarse quieta no es una opcion. Ya tengo la cara tan fria que apenas me la noto y la cabeza ha empezado a dolerme como me ocurre a veces al tomar un helado, pero sin el placer del helado. Me estoy planteando regresar al acogedor piso que comparto con una de mis companeras de trabajo cuando veo actividad en el parque del final de la calle. --Vamos a ver que pasa, Fluff. De camino hacia el parque la perra empieza a tirar mucho de la correa. No se si ha olido un rastro o ha visto algo, pero se que si no quiero tenerla de morros todo el dia, es mejor que la deje investigar. Tiene una fuerza asombrosa para ser tan pequena y vieja y casi tengo que correr para no quedarme rezagada. No estoy muy segura de como describir lo que sucede a continuacion. Lo unico que se es que, de repente, resbalo en una placa de hielo y me tambaleo, a punto de caerme al suelo. Logro mantenerme en pie, pero Fluff ha aprovechado mi momentanea falta de equilibrio para soltarse. La correa se me escurre de la mano y ella sale disparada como una bala hacia la entrada del parque, corriendo como un cachorrito pese a sus diminutas patas.
Tengo miedo a que su fragil cuerpo sea aplastado por las ruedas de un taxi, por lo que corro tan rapido como puedo, sin dejar de llamarla por su nombre. Dobla una esquina y desaparece de mi vista durante un aterrador segundo antes de volver a verla entrando en el parque. Solo tengo ojos para ella y me aterroriza que cruce el parque y eche a correr entre el trafico del otro lado. --!Fluff! !Para! !Para! --Voy tan deprisa que los pulmones me arden por el esfuerzo y el frio, que hace que me lloren los ojos, aunque las lagrimas tambien se deben al miedo a que mi perrita indefensa acabe atropellada si no consigo alcanzarla--. !Fluff! Choco contra algo duro y me caigo de espaldas al suelo. ?Sabeis lo que se siente cuando una persona se queda sin aire en los pulmones y no puede respirar durante un minuto entero o incluso mas? Pues esa soy yo, tendida en el suelo del parque de Bleecker Street, mirando el nublado cielo gris, incapaz de meter aire en mis pulmones colapsados.
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El ultimo escandalo
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