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Amor sinfonico
2018 LITERATURA Y FICCION ROMANTICA
Musica. Ese sentimiento que te embarga, que te eleva a lo mas alto, que te estremece. La vida misma. Aprendi a escribir y a leer las notas musicales al mismo tiempo que el alfabeto. Mi primer dibujo fue una clave de sol gigante y desgarbada. Y es que mi padre, Fernando Duran, es clarinetista en la Orquesta Filarmonica de Bilbao y un consumado melomano, asi que no es de extranar que creciera entre sinfonias y partituras. En cuanto tuve uso de razon, mi padre comenzo a ensenarme solfeo. Cosas basicas como donde se ponian las notas, como sonaban, cuanto duraban... Y a los ocho anos me matricularon en el conservatorio. Aprendi lenguaje musical y armonia, entre otras muchas disciplinas, y elegi el violonchelo como instrumento. Lo elegi porque me gustaba su sonido, el mas parecido de todos a la voz humana, y porque practicamente podia abrazarlo. Tenia mas aficiones, por supuesto. La literatura y el cine me apasionaban, pero nada podia compararse a lo que sentia con los compases de alguna pieza que me gustara, la intensa emocion que me invadia en ocasiones y me hacia vibrar con cada nota. Sin embargo, el mundo de la musica no es facil. Necesitaba algo con lo que ganarme la vida porque lo mas probable era que no pudiera vivir de la musica, asi que fui a la Universidad, donde estudie Traduccion e Interpretacion. Le puse todo mi empeno y termine la carrera con unas de las mejores notas de mi promocion, lo que me valio poder trabajar traduciendo libros en una importante editorial y haciendo de interprete de vez en cuando.
Por descontado que llegar hasta ahi me supuso no pocos sacrificios. Mis amigos estaban de fiesta y yo, estudiando. Mis amigos salian a bailar, a ligar, y yo practicaba incansablemente con mi violonchelo. A veces tocaba en la orquesta de mi padre cuando necesitaban sustituir a un violonchelo titular o en otras orquestas en las que requerian uno. Y quedaba a menudo con mis companeros del conservatorio simplemente para tocar, para divertirnos. Una inesperada llamada de telefono cambio mi vida. Me encontraba en casa, traduciendo los ultimos parrafos de la nueva novela que me habian encargado en la editorial con la Sinfonia numero cinco de Mahler de fondo, cuando sono mi movil. Era mi jefa, Belen Torres, la directora del Departamento de Traducciones. -Silvia, tengo una oferta que no podras rechazar -me dijo al mas puro estilo Corleone. -No habra problema. Estoy terminando ya con el libro -conteste. -No es una traduccion. Escucha. ?Estas sentada? -Si. Venga, Belen, no te pongas misteriosa.
?De que se trata? -?Recuerdas la novela de Patrick Wilson que tradujiste hace cosa de un ano, Hijos de la tormenta? Se referia al ultimo libro de fantasia epica del famoso escritor americano, una historia en un unico tomo de casi mil doscientas paginas que habia sobrepasado con creces el exito de sus dos sagas anteriores. Seguia siendo una de las mas vendidas en todo el mundo, a pesar del tiempo que habia pasado desde su publicacion. -Si, claro que me acuerdo -dije-. Ahora la estan adaptando al cine. Bueno, y vienen a rodar unas cuantas escenas a Espana. Va a ser todo un acontecimiento. -A eso voy. Nos han llamado de la productora. Christopher Barnes, el director, quiere que seas su interprete mientras este aqui. -?Yo? -Si, tu. Parece ser que mientras tramitaban los derechos para llevar el libro al cine, Patrick Wilson le comento a Barnes que tu habias sido su interprete cuando vino a promocionar su novela. ?Quien mejor que su traductora? El caso es que ha sido el mismo Patrick quien te ha recomendado y Christopher Barnes se ha puesto en contacto con nosotros. Te quiere como interprete y asistente personal mientras este en Espana. -!?De verdad?! !?Voy a trabajar como interprete de Christopher Barnes?! Belen, ?me lo estas diciendo en serio? -farfulle. -Y tan en serio.
Antes tendrias que entrevistarte con el, pero si le gustas, el trabajo es tuyo. Entonces, ?que? ?Le digo que aceptas? Estaba hecha un manojo de nervios cuando me presente en un lujoso hotel de Madrid para entrevistarme con Christopher Barnes. Me habia puesto un traje de falda tubo y chaqueta entallada de color negro y una sobria camisa blanca. Me habia maquillado con esmero y habia recogido mi larga melena negra en una coleta para dejar mi cara despejada. Nada mas llegar al hotel, entre en los lavabos para comprobar que mi aspecto fuera impecable. Por el camino se me habian escapado algunos bucles rebeldes que me caian a ambos lados del rostro, pero decidi que no me quedaba mal. Me daba un aire desenfadado y asi no me parecia tanto a una institutriz estirada. Suspire y me dirigi al encuentro de Christopher Barnes. Al preguntar por el en recepcion y decir el motivo de mi visita me pidieron que aguardara un momento. Poco despues, un hombre perteneciente al equipo de produccion de la pelicula me acompano a la suite del director de la misma, situada en la decima y ultima planta del hotel. El celebre cineasta me esperaba. Su vigorosa mano estrecho la mia y a continuacion me invito a tomar asiento en el tresillo tapizado de terciopelo rojo que se hallaba en el ostentoso salon de la suite que ocupaba. El se acomodo frente a mi en una enorme butaca a juego con el tresillo. Christopher Barnes era un hombre alto y corpulento con una poblada barba gris y ojos acerados que apenas sonreia. Mas que una entrevista fue una extensa conversacion sobre cine.
Solto una estruendosa carcajada que casi me sobresalto al oirme decir con total franqueza que una de sus peliculas no me habia gustado mucho. -Me parecio muy buena, pero tenia un tono intelectual que me parecio demasiado pretencioso -conteste cuando me pregunto los motivos por los que no me habia gustado-. Y los personajes se daban explicaciones tontas e innecesarias unos a otros, cuando se suponia que eran unos expertos en la materia. Me imagino que la idea era que el publico no se perdiera, pero... No se, no me convencio. Le resto credibilidad. Aunque es solo mi opinion -me apresure a anadir. Barnes me miro con un brillo sagaz en sus frios ojos azules y se meso la barba. -Ah, senorita Duran, al menos es usted sincera -me dijo-. Eso me gusta. Es mas de lo que puedo decir de muchos miembros de mi equipo que solo me dicen lo que quiero oir. Es usted justo lo que necesito. ?Podria empezar hoy mismo? -Desde luego. Las condiciones eran inmejorables. Me pagaban transporte, comida y alojamiento y una sustanciosa cantidad que rayaba lo prohibitivo. A cambio yo tenia que ser todo aquel tiempo la sombra de Christopher Barnes, quien no solo iba a rodar algunas escenas en Espana, sino que ademas pensaba organizar el preestreno mundial de la pelicula en Madrid.
Y pensaba hacerlo a lo grande, como tenia por costumbre. Trabajar con Barnes fue agotador. Era meticuloso y exigente en extremo. Tenia un afan incontenible de controlarlo todo y a todos y su mal caracter no facilitaba las cosas en el plato. Tampoco tenia mucha paciencia y sus arranques de ira eran sobradamente conocidos. Yo me pasaba el dia traduciendo sus indicaciones a los miembros espanoles del equipo que no sabian ingles y traduciendole a el, que tampoco entendia ni palabra de castellano, lo que ellos decian. Ademas de su interprete, era su asistente personal. Organizaba su agenda, realizaba y recibia sus llamadas y hasta le llevaba el cafe. Estaba ocupada todo el dia; habia mucho trabajo que hacer y el hosco Christopher Barnes no era precisamente el candidato idoneo a jefe del ano. Aun asi, a pesar de todas las dificultades y la presion que trabajar mano a mano con el conllevaba, sabia mantenerle a raya. -Llame a Gabriel Alonso y concierte una cita lo antes posible -me ordeno una tarde cuando ya estaba terminando la jornada de rodaje-. Quiero hablar con el personalmente. En cuanto concrete un dia, digamelo. Abri la gruesa agenda de telefonos que Christopher Barnes habia dejado a mi entera disposicion. Era una verdadera mina.
Estaba llena de numeros de telefono de directores, actores, productores y compositores: Steven Spielberg, Woody Allen, Robert De Niro, Liam Neeson, Julia Roberts, Meryl Streep, John Williams, Hans Zimmer... Habia gente que mataria por tener esa agenda en sus manos. Ni que decir tiene que habia tenido que firmar mil papeles de confidencialidad segun los cuales no podia decir nada ni sobre los actores ni sobre la pelicula ni sobre nada relacionado con ella, y mucho menos sobre todo lo que habia en aquella agenda. Gabriel Alonso. Tenia su numero de telefono delante de las narices. Era el quien componia la banda sonora de la pelicula. Ya habia compuesto varias partituras sublimes para peliculas tanto en Espana como en los Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, algunas de las cuales habian sido merecidas ganadoras de prestigiosos premios, incluyendo un Oscar de la Academia que habia dedicado a la entonces casi desconocida Orquesta Sinfonica Ciudad de Murcia, la orquesta que el mismo habia creado tiempo atras. Marque su numero en el movil que Christopher Barnes me habia dado para asuntos de trabajo y espere, sin poder creer que estuviera llamando a Gabriel Alonso por telefono. Contesto al cuarto timbrazo. Su voz era grave, masculina y no parecio muy contento al saber el motivo de la llamada, pero me atendio con distante cortesia y me dijo que Barnes podia ir a hablar con el cuando gustara. Le recibiria en su estudio en cualquier momento, asi que concertamos la cita para el dia siguiente por la manana. El no pudo ocultar cierto fastidio y tampoco se esforzo lo mas minimo en hacerlo. Pero me cuide muy bien de contarle a mi jefe mis observaciones. Apenas habia amanecido cuando salimos para Murcia, ciudad en la que residia Gabriel Alonso y en la que habia nacido. Christopher Barnes no estaba de buen humor, aunque casi nunca estaba de buen humor. Iba mascullando y grunendo acerca del inminente fin del rodaje, de las ruedas de prensa, del estreno y de la banda sonora.
Yo iba a su lado en el asiento trasero del coche armada de paciencia, conversando con el e intentando disimular mi excitacion. Iba a conocer a Gabriel Alonso en persona. Era uno de mis compositores preferidos. De hecho, tenia todas sus bandas sonoras en casa y habia ido con mi padre a sus conciertos cada vez que su orquesta habia tocado en el Palacio Euskalduna de Bilbao. Me encantaba como director. Era un genio. Un verdadero genio. Habia logrado que la Orquesta Sinfonica Ciudad de Murcia tuviera un sonido propio e inigualable. Solo lamentaba que en aras de la profesionalidad no pudiera expresar la admiracion que sentia por el, por su musica. Pero al menos podria verle de cerca. Tras un interminable viaje en coche, llegamos a Murcia. El chofer paro ante la puerta de la sede de la orquesta, donde tenian lugar los ensayos de la misma y donde Gabriel Alonso nos esperaba. La recepcionista nos dio la bienvenida y nos condujo hacia el estudio. Llamo con los nudillos y abrio la puerta sin esperar respuesta. -Gabriel, ha llegado Christopher Barnes -le dijo.
El solo hizo un leve gesto de asentimiento con la cabeza, visiblemente contrariado por la interrupcion, y se levanto. En una pantalla panoramica habia quedado congelada una escena de la pelicula. Gabriel dejo el lapicero con el que habia estado escribiendo musica hasta entonces sobre las partituras que descansaban en el esplendido piano de cola y nos miro. La recepcionista se habia marchado discretamente, cerrando la puerta tras de si. Habia visto a Gabriel Alonso en los librillos de las bandas sonoras que el habia compuesto y que yo habia comprado, le habia visto en la tele y en fotos de prensa e internet, pero la primera vez que le vi en un concierto, cuando se volvio hacia el publico para saludar, me habia parecido mucho mas guapo en persona, y aquel dia lo corrobore. Era alto y moreno, con el pelo ligeramente largo pero bien cuidado y unos penetrantes ojos castanos que habia clavado en Christopher Barnes sin mucha amabilidad. Los dos hombres se saludaron con un apreton de manos y a continuacion mi jefe me presento, algo que pense que no haria. -La senorita Duran, mi asistente -dijo. -Un placer conocerle -le dije yo en castellano, tendiendole una mano que el estrecho con firmeza. -El placer es mio -contesto. Su mano grande de dedos largos sostuvo la mia un segundo mas de lo necesario y sus ojos perdieron la dureza que habian tenido hasta aquel momento y se tornaron calidos al mirarme. La intensidad de su mirada y el contacto de su mano me hicieron sentir extranamente turbada. Entonces me solto y se volvio de nuevo hacia Christopher Barnes. -Usted dira. -No he tenido noticias suyas desde que le encargue el proyecto -le dijo Barnes con frialdad-.
No me ha enviado ni una sola nota, y entendera que tengo que saber como va la banda sonora y si se ajusta a lo que espero de ella. -A lo mejor es porque no hace ni dos semanas que me ha enviado la pelicula -replico Gabriel en un perfecto ingles-. ?Espera que tenga la banda sonora lista en diez dias? -?Que es lo que tiene? Quiero oirlo. La mandibula de Gabriel se tenso y el rostro se le endurecio. Entre sus espesas cejas negras aparecio un leve ceno y vi que sus ojos echaban chispas. -Si piensa que puede venir aqui a exigirme que me siente al piano cuando a usted se le antoje, esta muy equivocado. En lo que respecta a la banda sonora de su pelicula, tendra que esperar a que al menos los temas esten terminados. Si despues hay algo que no le convence, cosa que dudo, hare los arreglos pertinentes, pero mientras tanto no me va a hacer perder el tiempo. Tendra su musica en la fecha prevista. No voy a hacer una chapuza porque usted tenga prisa. Dediquese a lo suyo, que de la musica me encargo yo. Christopher Barnes se quedo livido y yo reprimi con todas mis fuerzas la sonrisa que pugnaba por asomarse a mis labios. !Alguien que plantaba cara a Barnes sin contemplaciones! Yo en realidad no habia tenido ningun problema serio con el, pero le habia visto en los rodajes tratando a todo el mundo como si fueran sus vasallos. Habia tenido la desagradable tarea de tener que traducir sus crudas palabras a los miembros espanoles del equipo y a los extras que no le entendian. Pero con aquel hombre no iba a poder.
-?Cuando tendra algo listo? -pregunto Christopher con voz gelida. -Yo le llamare. Y ahora, si no quiere nada mas, Raquel les acompanara a la salida. Senorita Duran... Me miro e inclino la cabeza a modo de despedida, serio y adusto, pero educado. Yo hice lo propio. Al director lo ignoro deliberadamente. Este salio del estudio como una exhalacion profiriendo imprecaciones y Gabriel Alonso volvio cenudo a sus partituras, refunfunando en un perfecto castellano malsonante. Antes de salir de su estudio juraria que habia visto salir humo de las fosas de su nariz recta. -!Sera gilipollas! !Como no tenga la banda sonora en la fecha acordada le meto un pleito por incumplimiento de contrato! !Vamos! Yo me encargo de que no vuelva a trabajar en su puta vida. !Pedazo de imbecil! !Capullo! !Pero este ?quien cono se cree que es?! Y asi transcurrio el camino de vuelta. Cuando me quede sola en la habitacion del hotel di rienda suelta a mi hilaridad. !Ahora si que admiraba a Gabriel Alonso! Aquella noche Elena, mi alocada hermana, me llamo por telefono. Siempre me preguntaba lo mismo: que si que tal trabajando con Christopher Barnes, que si habia conocido a algun actor guapo, que si les habia pedido ya autografos a las estrellas de la pelicula, que si que tal eran, que si hablaba con ellos... Yo siempre contestaba lo mismo: que estaba alli por trabajo y no podia comportarme como una fan histerica pidiendo autografos y demas. -!Que sosa eres! ?Quien se va a enterar? -me recrimino. -No se.
?El director, al que estoy pegada todo el dia? -!Venga ya! Ni que te fuera a decir algo. ?Que te cuesta sacarte una foto con Steve Headley en un descanso y mandarmela? -Elena, que yo no me codeo con los actores principales. Y te recuerdo que estoy trabajando. -?Las veinticuatro horas del dia? -Casi. Ella resoplo y yo sonrei. No nos pareciamos en nada. Ella era mucho mas vivaz que yo, mas espontanea, mas salada. Yo era la seria, la madura, la responsable. Ella no habia querido aprender a tocar ningun instrumento. Echar horas en el conservatorio y la disciplina de las practicas no iba con ella. Le gustaba la musica, pero para escucharla en la radio. Y nada de clasica. Mi padre decia que todo su gusto musical lo habia heredado yo, su hija pequena. Era y seguiria siendo siempre su nina pequena, aunque ya tuviera treinta anos, dos menos que Elena. Yo era de mi padre.
Elena, de mi madre. Le conte lo ocurrido aquella manana en Murcia. Ella rio con ganas, pero no sabia de quien le estaba hablando, asi que tuve que aclararselo. -Lo tuyo no tiene nombre -dijo-. Estas todo el dia viendo a estrellas de cine, incluyendo a Steve Headley y a Jason Clarke, que estan como un queso. Trabajas al lado de Christopher Barnes. !Christopher Barnes nada menos! Y a ti te emociona conocer a un senor sexagenario que dirige una orquesta. Si todavia fuera un cantante de rock... -No es un sexagenario, Elena. Tendra treinta y pico -replique divertida. -Si, en cada pata. A ver, dejame ver. Le senti teclear. Estaba buscando a Gabriel en el Google. -?No me crees o que? -le espete. -Nop.
Tu para calcular las edades eres un desastre. Hasta los colegas de papa te parecen unos chavales. -Canturreo un poco. Debia de estar mirando resultados-. Anda, pues es verdad -dijo-. Treinta y cuatro, segun la Wikipedia y la pagina web oficial. Jo, si tiene pagina web y todo. Y Facebook. Hmm... Vale, es joven, pero, hija, !que aburrido! Ahi, todo repeinado con chaque y pajarita. -?Quieres que dirija en chandal? Seguimos hablando un rato mas. Le pregunte por Alberto, su novio, y por nuestros padres. Ella me trasmitio las quejas de estos a causa de que no llamaba nunca y le dije que lo haria al dia siguiente sin falta. Despues nos despedimos y me meti en la cama a leer un rato. Habia sido un gran dia. Capitulo 2 Paso una semana hasta que mi jefe volvio a tener noticias de su compositor.
Tres de los temas y parte de otro estaban listos. Si queria escucharlos, bien se los mandaba grabados o bien se acercaba a su estudio para oirlos en directo. Y Christopher Barnes, que a pesar de todos sus defectos era perfeccionista y meticuloso con su trabajo, se dispuso a volver a encontrarse con Gabriel Alonso. Esa vez el encuentro entre los dos hombres fue menos tenso, aunque tampoco exactamente comodo. Tras los saludos iniciales, Christopher Barnes echo un vistazo a las partituras que le tendio Gabriel y gruno. No sabia donde se ponia un do, asi que aquel pentagrama lleno de corcheas, semicorcheas, fusas, semifusas, redondas, blancas, negras y demas que subian y bajaban no le decia nada. Y yo poco pude ver como para apreciar algo mas que unos pocos compases. Gabriel miraba a Christopher divertido. -Tambien puedo tocar, si quiere -dijo-. Igual le suena mejor. Christopher Barnes le devolvio las partituras sin decir palabra. Gabriel las coloco en el atril y se sento al piano. Entonces comenzo a tocar mientras las escenas correspondientes de la pelicula iban pasando por la pantalla del proyector. Sus dedos se movian veloces sobre el teclado, bailaban sobre el y tambien la parte superior de su cuerpo se movia al ritmo de aquella musica. Era epica, fuerte, con momentos que parecian arropar al arrebatado oyente.
Cuando hiciera los arreglos orquestales para la sinfonica iba a ser un tema memorable. Incluso el director escuchaba embelesado. Sono la ultima nota y yo hable antes de pensar que no estaba alli para opinar. -!Que maravilla! -exclame-. !Es una pasada! -Senorita Duran... -Christopher Barnes iba a recordarme cual era mi cometido, pero Gabriel le atajo. Sus ojos se posaron en mi con un destello que no supe como interpretar. -?Una pasada? -repitio. Me puse colorada. Quiza no era la mejor forma de calificar aquella extraordinaria pieza. Crei que se enfadaria, pero en lugar de eso solto una suave carcajada, mostrando sus perfectos dientes blancos. -?Le gusta la musica? -me pregunto. -Me encanta. Es un temazo impresionante -conteste. -Gracias, pero me referia a la musica en general. -Oh.
!Claro que me gusta! ?Como no me va a gustar? Es lo que mas me llena. La musica es... -Alce un poco los brazos y los volvi a bajar-. Todo. -?Todo? -Todo, si. Todo es musica. Cuando hablas, cuando ries... Estas emitiendo notas musicales. Es un lenguaje universal, es la forma de comunicacion mas hermosa que existe... -!Ejem! Christopher Barnes carraspeo para indicar que el seguia alli. Me miro cenudo
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amor sinfonico carmen ruiz